EL MANIFIESTO DEL INDIO.
Ya lo sabemos pero por si acaso os lo
recuerdo:
“La tierra no pertenece al
hombre,
El hombre es el que pertenece a
la tierra”.
Todo lo que le ocurre a la tierra les ocurrirá
a los hijos de la tierra.
El hombre no tejió la trama de la vida, el es
solo un hilo. Lo que se le hace a la tierra, nos lo hacemos a nosotros mismos.
Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea
y habla con el de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de
todo, quizás seamos hermanos.
Sabemos alguna cosa que quizás el hombre
blanco descubra algún día:
“Nuestro Dios,
Es el mismo Dios”.
Ustedes pueden pensar ahora que él les
pertenece, lo mismo que desea que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es
así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se reparte por igual entre el
piel roja y el hombre blanco.
Esta tierra tiene un valor inestimable para
él y si se la daña provocara la ira del creador.
También los hombres blancos se extinguirán, quizás
antes que las demás tribus.
Contaminen los lechos de sus ríos y una noche
perecerán ahogados en sus propios residuos.
Pero ustedes caminaran hacia su propia
destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de Dios que les trajo
a esta tierra y que les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Este designio es un misterio pues no
entendemos porque se extinguieron los búfalos, se doman los caballos salvajes,
se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tanto hombre
y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.
¿Dónde está el matorral?
Destruido
¿Dónde está el águila?
Desapareció
TERMINA LA VIDA
Y EMPIEZA LA SUPERVIVENCIA.
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